jueves, 15 de julio de 2010

13-Psicología aplicada

Déjenme que me presente y les cuente lo que me paso.
Mi nombre es Martín, tengo 45 años y me trabajo principalmente es la importación y exportación de productos alimenticios.
Por ello debo viajar seguido al exterior.
En uno de estos viajes de negocios en la cual había ido solo ya que era cosa de quedarme un día nada mas, se produjo un cortocircuito eléctrico en mi casa a la madrugada dando por saldo el fallecimiento de una persona.
Esa persona era mi pareja desde hacia 10 años.
Me sumí en una depresión que la cubría con un estado de adicción al trabajo.
Solo al llegar a casa veía las fotos que estábamos los dos y que se habían salvado del incendio. Así me dormía hasta el día siguiente.
Mi amigo Ignacio, casi un hermano de alma que nos da la vida, sin decirme nada pauto una reunión con Lucia.
Lucia era la hija de un amigo de el que se había recibido hacia muy poco de psicóloga y estaba haciendo sus primeras armas laboralmente.
Vivía sola en una casa de estilo colonial y había adaptado una habitación de la misma para hacer su consultorio.
Acepte de no muy buena gana pero ya sabes como somos cuando se esta depresivo, no ves mas allá de lo que deseas ver.
La llame a Lucia para explicarle que iba a desistir de su ofrecimiento pero al escuchar su voz suave cambie de parecer y coordinamos para el martes siguiente a las 8.00 A.m.
De hecho me explico que al ser amigo de Ignacio quería probar un tipo de terapia diferente que se estaba empezando a utilizar a nivel mundial y que aquí todavía no se estaba desarrollando.
El martes a la hora prefijada llegue para ver que era este tipo de terapia experimental, me sentía raro, como un cobayo que lo llevan a una jaulita nueva.
Abrió la puerta segundos después de haber tocado el timbre.
Me invito a acomodarme en un sofá de estilo Chaise longue Luis XV mientras ella se situaba en un sillón ubicado al frente.
Mientras íbamos charlando de varias cosas pude ver de reojo que al ella cruzar las piernas no usaba ropa interior.
Había notado que no llevaba corpiño bajo su camisa pero no me imaginaba que no usara tanga.
Los cruces de piernas eran cada vez mas seguidos y el olor a hembra en celo se estaba empezando a notar.
Me di cuenta que mi pija se empezaba a erectar, realmente me hacia poner muy caliente.
No aguante más.
Me acerque a ella, no me importaba ser rechazado o que sea la hija de un conocido.
Me incorpore del sillón, me puse a escasos centímetros de su cara, viendo cual era su reacción.
Me beso, un beso casto, corto para ser el primero.
Fue correspondido, mientras degustábamos nuestros labios, las manos fueron recorriendo nuestros cuerpos.
Mi mano izquierda fue subiendo por sus muslos hasta llegar a su depilado Venus, que a esta altura ya era un Vesubio que quería descargar su lava en mis labios.
Fue el sexo oral más exquisito. Mientras Lucia se abría la camisa y se sobaba los pezones.
Nos terminamos de desnudar en segundos.
Nos recostamos en el sillón, ella arriba me cabalgaba dándome la espalda.
Empapando mi miembro en cada embestida mientras se agarra los pezones para que no se bamboleen tanto.
En un momento se desengancha y me invita a ir a otro lado de la casa “a un cuarto mas cómodo” me dice.
Fuimos de la mano besándonos así que no sabía a donde me dirigía.
Tenía una habitación adaptada para el goce sexual, donde había un sillón del amor al costado del mismo, espejo en las paredes y una cama baja de estilo japonés por un acolchado acorde a la habitación.
Nos besamos nuevamente mientras se dirigía al sillón del amor, acomodo sus piernas en el mismo y muy suelta de cuerpo dice “en el mueble de tu derecha hay unas bolitas chinas, tráelas que las quiero estrenar con vos”. Presuroso lo hice junto con el gel que da calor.
Fui poniendo las bolitas una por una en la cola hasta que entraron las 7 mientras ella se masturbaba furiosamente.
La penetre, hacia mucho que no penetraba a alguien, le puse las piernas en mis hombros y continúe la faena mientras miraba nuestros reflejos en la pared.
Mientras la cojia fui sacando las bolitas una por una, aullaba de placer pidiendo que acabe esa tortura y la coja por ahí.
Nos fuimos a la cama, se acostó boca abajo con sus manos se abrió los cachetes y yo apunte directo a su diana.
No espere que entrase la cabeza y se acostumbrara, la penetre de un envión. Quería que gritara fuerte.
Muy fuerte, que diga que era sodomizada y que le encantara serlo. Mientras mi instinto animal me llevo a morderle el cuello.
Acabamos al unísono. No es lo mismo que una mujer acabe cuando la penetras analmente, conocí a pocas que lo hayan hecho así.
Compartimos un cigarrillo mientras las caricias continuaban.
Lucia me pregunto por mi pareja, si a ella le gustaba que la cojiera así.
Lucia hay algo que quizás mis amigos y yo omitimos decirte, mi pareja se llamaba Ernesto.

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