viernes, 16 de julio de 2010

Mundial

Fue a fines del año 85 que te quedaste sin laburo. Nada del otro mundo para la gente de nuestro atribulado país, lo peor aún estaba por venir, pero en ese momento, ni vos, ni yo ni nadie lo sabía. Hablé con mi marido, el dueño de la empresa donde yo trabajaba y al iniciarse el 86 ya eras parte del staff.

Te integraste rápido y a todos le caiste bien. Con la misma naturalidad con que atendías el teléfono o que encendías un cigarrillo –¿te acordas que en los 80 se fumaba en todas partes?- a las pocas semanas ya acariciabas los cuellos y masajeabas los hombros del personal femenino. A nadie le llamaba la atención que te convirtieras en el toquero de la oficina pero conmigo no te animabas –claro que no es lo mismo una compañerita de trabajo que una mina amiga de tu esposa y casada con tu jefe- aunque reconozco que nunca nadie insinuó que estos juegos fueran más allá de las paredes de la oficina.

En un momento noté que estaba celosa. Quería esas caricias, quería esos ojos y esa sonrisa. Me enojé conmigo misma, pero los celos seguían y yo solo podía disimular. Poco tiempo después, una amiga psicóloga me dijo que estaba más histérica y que me quedaba bien, que estaba más seductora, pero vos seguías pasando de largo y tus manos –que imaginaba cálidas y fuertes- terminaban descontracturando cuellos ajenos y yo debía conformarme con oler tu perfume y escuchar los ronroneos de placer de la recepcionista o de la secretaria. Empezaste a poblar mis fantasías, mis ensueños y a hacerte presente cuando me acariciaba en el bidet. Estaba caliente, vivía caliente, pensaba que había llegado al límite de la calentura posible pero me equivocaba.

En junio, cuando empezaron los octavos de final del Mundial de México, la oficina se vacío y quedamos vos y yo solos. Te sonreí y continué con mi tarea hasta que te perdí de vista. Pensé que te habías ido a ver el partido cuando sentí tus manos en mis hombros. Charlabas de cualquier cosa mientras continuabas tocándome en forma casual y yo me petrifiqué, apenas me animaba a respirar. No podía emitir palabra, temía que cualquier cosa que dijera terminara la escena y quería que siguieras, pero sabía que podrías irte en cualquier momento y oscilaba entre el placer del contacto y el temor de que el mismo finalizara.

Aún recuerdo como de golpe tu tono cambió, pasó de relajado a profundo. Me dijiste que era una locura pero que estabas pirado por mi, que ya no dormías y que no podías seguir deseándome así, sin hacer nada al respecto. Simultáneamente tus manos bajaron hasta mis lolas. Dejé de respirar y me invadieron oleadas de calentura, ardía desde los pies hasta la nuca, se me aceleró el pulso y jadeaba. Creo que lo único que evitó que acabara ahí mismo fue la foto con mi marido e hijos que me miraban desde el escritorio.

Me levanté y te besé en la boca, antes de que pasara un minuto y casi sin cambiar palabra, estábamos entrando en el alojamiento de la calle México. Pese a nuestra urgencia, me desvestiste lentamente besándome y elogiándome. Lo estrecho de mi cintura, la pequeñez de mis pies -que besaste deliciosamente- y mis tetas que te sorprendieron. Tus manos y tu boca eran lo que había soñado, tu espalda un regalo inesperado y tu erección prometía. Antes de que me la metieras, acerqué mi boca a tu oido y te dije que te iba a dar una pequeña muestra y así lo hice, besando apenas tu instrumento. Me la metiste lentamente. ¡Cuanta pija! ¡Cuanta pija! Me contestaste que era la pija que tenías cuando pensabas en mi y así me percaté de que no solo lo había pensado sino que también lo había dicho. Me cogiste disfrutando de mis suspiros y de mis orgasmos, perdí la cuenta.

Después del cigarrillo, volví para terminar lo que apenas había insinuado con mi boca y fue tu turno de rogar y de enloquecer con mis chupadas y lamidas. Pedías que la trague toda y así lo hice, no quedó ni una gota fuera de mi boca …¡hubiera hecho cualquier cosa que quisieras!

Pensé que después de eso nos vestiríamos, pero tenías otros planes. Me mostraste el frasco de crema y pediste que me diera vuelta. No lo podía creer pero sentía escalofríos y mientras me encremabas suavemente la cola y la entrepierna otra vez me calentaba.

Fuiste violento. Todo lo contrario de lo que habías sido hasta el momento –pura dulzura y franela- me la metiste por el culo en forma brusca sosteniendo mi cuello contra la cama para que no me moviera. Me sentí rara, al principio ni me gustaba ni me molestaba, pero de a poco, empecé a sentir que tu pija se agrandaba y eso me excitó. Seguiste y acabaste entre gemidos. Me solté y me di vuelta para hablar con vos, contarte como me había sentido, pero no me dejaste, apartaste mis piernas y me pasaste la lengua por el clítoris hasta que tuve el orgasmo más brutal de toda mi vida.

Después hubo más, mucho más, pero este es solo un breve relato de nuestro primer encuentro pensado para que no dejes de extrañarme y para que, en este mundial como en todos los que le siguieron al del 86, también vengas a buscarme.

4 comentarios:

  1. Con pura dulzura y franela se compra el mundo...

    Saludos buen finde!

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  2. Cómo me gustan los mundiales con franela!!! mmmm
    jajaj
    Muy bueno!!!
    Besosss

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  3. Cuando un relato erótico está hecho por una mujer, se nota, y cuando está hecho por un hombre, también!!
    Lo mismo pasa con las películas porno,por ejemplo.

    Y en este caso, sentí que el relato lo hizo un hombre, y los ratones ya no pudieron ser los mismos!!

    Ufa! ajaaaaaaaaaaaaaa

    Saludos!!

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  4. ME EN CAN TO

    tuvo de todo, sensualidad, erotismo, sexualidad, chapeau!!!

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