No sé porqué pero me levanté con mucho ánimo y energía. Aunque era lunes, no me pesaba. Elegí una linda ropa y estaba en uno de esos días en que me sentía linda. Hay que aprovecharlo, porque las mujeres somos así, sí, locas, a veces nos vemos feas y a veces nos vemos lindas. Hoy era un día lindo. Mi marido se encargó de llevar a los chicos al colegio y yo llegué a la cochera con mi mejor sonrisa. Pero en cuanto voy a arrancar, el señor que cuida los autos me avisa que tengo una rueda pinchada. Puteo (por supuesto no tengo idea de cómo se cambia una goma) y manoteo los papeles del auto para buscar el sticker con el número del seguro, en eso veo que tengo el registro vencido hace veinte días y ni me había dado cuenta. Decido dejar el auto en la cochera e ir a renovar el registro. Mi día ya se había envuelto en un gran malhumor y encima llego al registro y veo un cartel que dice “no hay sistema”. ¿Y yo por qué me había levantado de buen humor?. Cuando estaba a punto de irme, veo a un hombre discutiendo con un empleado…y entendí porqué hoy podía ser un buen día.
No quedaban dudas, era él, no podía ser otro. Su voz, su pelo eran inconfundibles. Sin embargo, aún dudando me acerco para comprobarlo y sus lindos ojos azules me confirmaron que era él, veinte años después…mientras él seguía discutiendo con el empleado me acerco y me meto en la conversación y le digo: ¿no me vas a saludar?. Me mira sin verme, reacciona y vuelve a mirarme y se desarma en una sonrisa. Y yo me desarmé en otra.
Ya nadie gritaba ni protestaba, o al menos en nuestro abrazo no se escuchaba nada de lo que pasaba en el mundo. Fuimos al auto de él, y luego de la conversación obligada contándonos sobre nuestras parejas e hijos se hizo un silencio insoportablemente lindo. Un silencio igual al que se hizo hace veinte años, previamente a besamos por primera vez. Me pone la mano en la pierna y me dice: estás muy linda, nunca dejé de pensar en vos. Yo pongo mi mano en su pierna y le digo que yo tampoco. Estabamos andando sin rumbo, casi llegando a la ruta. Frena el auto a un costado y me dice: tengo el registro vencido, no puedo seguir, si me paran me sacan el auto. Intenta besarme y le digo: “acá no”, El me contesta: ¿Acá no? o ¿no?. No tardamos demasiado en cambiar de dirección e ir un hotel al que fuimos juntos por primera vez cuando recién lo habían inaugurado.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que la elección no había sido la mejor, el hotel estaba igual que hacía veinte años. Igual que importaba eso…no es lo mismo tener veinte años que tener cuarenta, los años pasan para nosotros y también para el hotel, pero nada de eso importaba.
Abrimos la puerta de la habitación y nos besamos desesperadamente, dándonos los besos guardados durante veinte años, manoteamos el control remoto y ponemos venus. Dos chicas comienzan a gemir mientras se masturban una a la otra. Me pone de espaldas contra la pared y me apoya y me besa deseperadamente el cuello. Recuerdo en un segundo que era lo que tanto me gustaba de él. Me doy vuelta y trato de que el momento no se acabe en dos minutos. Sabía como calmarlo y también como excitarlo y lo pongo a prueba.
Lo miro a los ojos y comienzo a dibujarle la cara con un dedo, lo hago cerrar los ojos, muy despacio, recorro el contorno de sus labios mientras que con el dedo de la otra mano le recorro la columna desde el cuello a la cintura. Siento como le corre el frío por la espalda, siempre me gustó hacerle eso. -Que hija de puta, como me gustan tus manos-suspira él….sus mismas palabras de hace veinte años. La magia seguía intacta.
Lo beso despacio, me excita la suavidad de su cara recién afeitada y más me excita su perfume, pero no me contengo ante su cuello y lo beso con voracidad. -Si ya sé que estás casado, no voy a dejarte marcas, quedate tranquilo-
Le saco la remera y lo sigo besando, el me saca la mía y también el pantalón. Y me besa desesperadamente las tetas, lo disfruto unos segundos pero yo también quiero besarlo. Nos peleamos por quien besa a quien. –No esperé 20 años para besarte sólo un segundo- digo definiendo la pelea. Se ríe y es él que ahora me pasa el dedo por el contorno de mi boca. Le paso la lengua por el dedo y se lo chupo mirándolo a los ojos. -¿Así me la vas a chupar? Me pregunta. -No, mucho mejor,- le digo.
Se acuesta en la cama, le saco el pantalón y le beso el pecho, siempre me gustó la suavidad de su piel, su pecho casi sin pelo. Lo beso y voy bajando, le desabrocho el pantalón, se lo saco y le paso el dedo por la cintura por la ingle, me encanta verle la cara, cuando me pide sin hablar que por favor siga. Lo hago desear, lo quiero disfrutar. Me sacó el corpiño y lo beso en la boca, me agarra de la cintura y me apoya sobre él, me encanta fregarme sobre su cuerpo y que me apriete sobre él. Mientras me imagino el momento en que me vuelva a coger después de veinte años, se la chupo y la disfruto. Le paso la lengua, la mano y se la chupo con placer. El me corre el pelo de la cara para verme.
-Si seguís, acabo en dos segundos-, me dice a la vez que se levanta y se acuesta sobre mí. Y me besa la boca refregándome la pija por todo el cuerpo. Me besa entera, sabe lo que me gusta, me doy vuelta y me estremece de placer, besándome el cuello y la espalda. Me besa la cola con especial esmero y mis gemidos se mezclan con los de las chicas de la porno. Me doy vuelta y le beso la boca mientras lo masturbo con la mano. El me penetra con dos dedos y luego del suspiro imprescindible le digo: ¿Así me vas a coger?. –No, mucho mejor- me dice sonriendo.
Me pasa la lengua por el clítoris sin sacarme los dedos, sabe que eso me encanta. Y el me dice que el encanta la boca que pongo cuando estoy caliente. Mientras aún estoy acabando, se acuesta arriba mío y me penetra, alargando más mi orgasmo. Nuestros gemidos tapan a los de la tele y bañados en transpiración nos miramos a los ojos. –¿Dónde la querés?- me dice. –Donde vos quieras, llename toda de leche- le digo. En un minuto más él estaba acabando en mi boca, en mis tetas, en mi panza. El olor a sexo en la habitación me lo quiero llevar conmigo.
Los celulares de los dos comienzan a sonar al unísono. Los atendemos en un segundo, y cortamos. Ya era medio día. Nos abarazamos, nos acariciamos, nos besamos, felices de creer en que la magia existe y que puede ser real siempre que uno este dispuesto en creer en ella.
Cuando llegué a mi casa aún sentía su olor en mi piel, volví a bañarme no sin antes oler mis brazos impregnados de su perfume. Y comienzo a escribir este relato en mi mente, mientras el agua de la ducha me quita su olor, quizás hasta dentro de otros veinte años…o hasta que tengamos que renovar el registro.
Hola.
ResponderEliminarMe gustó mucho este relato.
Muy bueno.
Saludos!
me encanto de verdad la parte final el olor de el etc, eso es muy cierto je muy bueno
ResponderEliminarMuy bueno.... los años a veces hacen estragos, jajaja.. no es para todos ésta fantasía.
ResponderEliminarBesosss
por suerte el registro ya no te lo dan por 20 años ... ¡Buen relato!
ResponderEliminarHola, muy interesante el articulo, muchos saludos desde Chile!
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