- Tengo una sorpresa para vos.
No quiso dar mas detalles, solo dijo: a las 8 y media paso por tu casa!
Así que llegué a casa, me bañé, me vestí y al rato pasó a buscarme. Estaba con una expresión de picardía dibujada en la cara… se sonreía como un chico!
Llegamos a su casa, y la PC, estaba abierta la página de un “masajista” que vendría esa noche.
- ¿Te gusta?… se llama Manuel. Viene a las diez y media.
No era el tipo de sorpresa que esperaba, pero no dije nada. No es lo mismo de siempre, pensé, pero esto era parte del juego. No quería preguntarle que idea tenía en la mente, ni qué edad tendría Manuel, ni cual era el arreglo previo, pero pudo más la curiosidad. Manuel tenía 29, y estudiaba Derecho. Y el arreglo, era hacerme unos muy buenos masajes relajantes. Si, claro, por supuesto, pensé.
- ¿Y a vos también?
No respondió. Al costado del sillón había una bolsa, y se veía el nombre: Vanity Fair. Me la dio, diciéndome que era para que me sintiera una diosa. Era un conjunto de ropa interior negro, de encaje, y una pollerita minúscula que se ataba con un lazo en la cadera.
Mientras yo iba abriendo la bolsa, prendió unas velas y puso música de Sadé… siempre Sadé, y mientras sonaba con esa cadencia tan particular, abrió una botella de champagne y trajo dos copas.
- Por una noche especial!!!
Se sentó en el sillón y me tironeó hasta sentarme arriba de él. Lo sentí duro, durísimo, debajo del pantalón, y en un preludio de una noche distinta, me empezó a besar y acariciar. Por arriba del pantalón, mis manos lo sintieron a punto de explotar, quizás anticipando lo que vendría.
Eran pasadas las diez y estaba empezando a ponerme nerviosa. Me levanté, y me fui para el baño, me puse el conjunto nuevo, me volví a subir a las sandalias altísimas, y salí. Sadé seguía sonando suavemente, las luces ahora estaban apagadas, pero el resplandor de un montón de velas desparramadas por todas partes y un perfume especial en el ambiente, transmitía una calidez embriagadora.
Me estaba esperando con las copas de champagne en la mano, apoyó la suya en la mesita, y mientras me atraía hacia él rodeándome la cintura, sacó un pañuelo de seda negro de su bolsillo, y me vendó los ojos. Bajó besándome hasta donde empezaba la pollerita mínima negra de encaje, y dejándome guiar, me sentó en el sillón.
- No espíes!
Segundos después, no sé cuantos, se escuchó el timbre.
ah no! pero como es esto? y la segunda parte cuando viene???
ResponderEliminaryo creo que lo dejo a la imaginacion y esta bueno que eso pase.
ResponderEliminarEl masajista era gangoso y le faltaban tres dedos de la mano derecha...
ResponderEliminarAh! Y la tenía chiquita así.
Mmmmm.... queremos a Manuel también!!! en escena!
ResponderEliminarBesosss