Embole en la pareja.

En un comentario en el post anterior yo decía que el amor era la ilusión que posilitaba creer en la magia. Y mientras esa ilusión llamada amor perdure, la magia seguirá asombrándonos y haciéndonos sonreir. Pero la magia suele no ser eterna. O al menos es intermitente.
Lo cierto es que el deseo siempre necesita del no tener. Se desea lo que no se tiene. Esa es la mecánica del deseo, de hecho es el deseo el que nos mantiene vivos, el que nos pone metas, el que motoriza nuestra vida. Pero el tiempo, la rutina, los hijos si los hay, los problemas económicos si los hay, forman un conglomerado en que el deseo puede ausentarse de a ratos. A veces para no volver, y a veces para volver con un poco de esfuerzo de ambas partes.
Suele pasar que a menudo nos molestan las mismas cosas que antes nos enamoraron. Es bastante común que la chica que se enamoró del pibe que se hacía el Che Guevara, hoy esté aburrida y hasta le moleste que él ande siempre sin un peso. O la chica que se enamoró del deportista ese que le dedicaba sus trofeos, y que hoy está podrida de que él se vaya cuatro veces por semana a entrenar. O lo mismo puede aplicarse a ese hombre que se enamoró de la chica sexy, esa de los escotes promienentes de la que hablaban todos en la oficina. Y hoy, el tipo no soporta que los hombres la miren y que ella sea tan provocativa. O el hombre que se enamoró de esa mujer tan independiente que hacía y deshacía sin pedir ayuda, y que hoy él no se banque que ella no esté mucho en la casa o que no le consulte las cosas que hace.
Lo cierto es que cuando empiezan a pesar algunas de estas cosas o cuando se empieza a sentir que el otro está lejos , la pareja puede aburrirnos. Falta de magia, tal vez. Habrá que volver a creer en la ilusión o re armar esa ilusión para que nos vuelva a sorprender. El embole en la pareja es esa sensación de que si hoy nos quedamos cuatro horas seguidas tirados en un sillón sabemos de antemano que nos vamos a aburrir, que lo que podamos hablar ya lo sabemos. Porque la pareja se vuelve predecible, porque ya sabemos lo que opina de todo, lo que nos va a regalar para el cumpleaños y la remera que se va a poner para dormir.
Hay parejas que viven emboladas 25 años más, acostrumbrándose, resignándose, acomodándose. Hay otros que al primer período de embole no se la bancan y se separan y hay otras que tratan de volver a elgirse con todo lo que ella implica. Pero lo peor, me parece, es cuando los dos están aburridos y ninguno se anima a plantearlo. Porque plantearlo significa reconocerlo y asumirlo y saber que algo hay que hacer.